
Lofoten: un sueño de luz en pleno invierno
Durante años, soñé con ver la aurora boreal en Lofoten. Era una de esas ilusiones que se va tejiendo despacio, entre imágenes de paisajes imposibles, relatos de otros viajeros y una necesidad casi visceral de experimentar esa magia por mí misma, a través de la fotografía. Y por fin, del 1 al 7 de febrero de 2025, ese sueño se hizo realidad.
Viajé a las islas Lofoten, en el norte de Noruega, junto a mi pareja. Lo hicimos de la mano del fotógrafo Javier Alonso Torre y su ayudante José López, en un grupo formado por otros nueve fotógrafos venidos de distintos rincones de España, e incluso de países tan lejanos como Argentina. Un grupo heterogéneo y entrañable que pronto se convirtió en una pequeña familia aventurera, unida por la pasión por la imagen y la naturaleza.
Lofoten nos recibió con todo lo que tenía: frío, nieve, viento… pero también con momentos de calma, de luz suave al atardecer, reflejos perfectos en lagos congelados y cielos despejados en las dos primeras noches, cuando pudimos contemplar —por fin— la ansiada aurora boreal.
Ver ese velo danzante de luz verde y púrpura sobre las montañas nevadas fue una de las experiencias más emocionantes que he vivido. La emoción era colectiva. Nadie decía nada, pero todos estábamos allí, cámara en mano, con los ojos y el corazón bien abiertos. Para muchos era la primera vez que la veían. Y el cielo nos regaló un espectáculo inolvidable.
A pesar de las inclemencias del tiempo, salimos a fotografiar cada día. Recorrimos los rincones más emblemáticos de Lofoten: Reine, Hamnøy, Flakstad, Uttakleiv, Haukland, Skagsanden… pero también descubrimos pequeñas joyas en rincones menos conocidos. Algunas escenas eran de postal, otras, pura melancolía nórdica: casas aisladas entre la niebla, árboles solitarios junto a un lago helado, iglesias que parecen sacadas de un cuento.
Cada lugar nos ofrecía un desafío fotográfico distinto, y a la vez, una conexión profunda con el entorno. Aprendimos a leer la luz y a soportar el frío, a encontrar belleza incluso en los días grises, y a respetar el ritmo pausado y salvaje de estas tierras del norte.
He querido reunir aquí una pequeña selección de las muchas imágenes que capté durante este viaje. No solo muestran paisajes, sino momentos vividos, emociones compartidas y la magia de un sueño cumplido. Espero que, al verlas, podáis sentir un poco de esa luz —a veces tenue, a veces deslumbrante— que nos acompañó durante esos días.
Lofoten fue, para mí, mucho más que un destino fotográfico. Fue un viaje al alma de la naturaleza, a la belleza del silencio y al calor de la camaradería en medio del frío. Un viaje que, sin duda, no olvidaré jamás.














