Rozalén en el Kursaal: una caricia al alma

El pasado 30 de noviembre, el Kursaal de Donostia se llenó de luz, música y emoción de la mano de Rozalén. Hay artistas que cantan bien, hay quienes saben escribir letras que te remueven, y luego está ella… que hace todo eso y, además, logra abrazarte el alma desde el escenario.

Rozalén no solo canta, cuenta. Cada canción viene precedida de una historia, un recuerdo, una emoción compartida desde la cercanía más pura. En su voz hay verdad, y en su mirada, una ternura desarmante. Y si hay algo que hace que su espectáculo sea aún más mágico, es la presencia constante de Beatriz Romero, su intérprete en lengua de signos. Juntas forman un lenguaje que atraviesa cualquier barrera, una coreografía de sentimientos.

Ya la había visto unos meses antes, en el concierto de Lavanda, rodeadas de campos y cielo abierto, un lugar que parecía hecho a medida para su música. Aquel fue especial por el entorno, sí, pero este del Kursaal también nos tocó muy hondo. Fue diferente, más íntimo, como si el teatro entero se convirtiera por un par de horas en una gran sala de estar, donde todos nos dejamos llevar por su voz y su mensaje.

Cada imagen que capturé esa noche, esta vez con el móvil, es un pedacito de la emoción vivida. Luces, sombras, sonrisas, lágrimas contenidas… Rozalén no se guarda nada, lo entrega todo. Y cuando una artista se da así, el público solo puede hacer una cosa: emocionarse, y dar las gracias.